En Mixco, extorsionistas perciben entre Q5.5 millones y Q6 millones mensuales

En la región metropolitana el MP registra 567 denuncias de extorsión, mientras que en
los tribunales del país han sido procesadas 434 personas por este hecho ilícito.

Cometer el delito de extorsión se ha convertido en un negocio rentable para grupos del crimen organizado dedicados a esa actividad ilícita. Según un análisis elaborado por la Policía Nacional Civil (PNC) en el municipio de Mixco durante 14 meses consecutivos, da cuenta que la recaudación mensual de los pandilleros por concepto de las denominadas cuotas o impuestos alcanza entre Q5.5 millones y Q6 millones. Esta cifra incluye el cobro a unidades del transporte colectivo y a comerciantes de la zona.

Tal fenómeno pone de rodillas a pobladores de lugares catalogados de alta peligrosidad, al punto que muchos habitantes de estas áreas deben de migrar a otros lugares. Por lo anterior, autoridades han solicitado la militarización de Mixco. Al momento cuentan con tres destacamentos del Ejército, uno de estos inaugurado ayer. También se abrió una subestación y para el próximo mes está contemplado que empiece a funcionar una comisaría modelo que trabajará de forma similar a la ubicada en el municipio de Villa Nueva.

Sólo en Villa Nueva, una pandilla dedicada a cometer este hecho delictivo puede percibir hasta Q15 mil mensuales, reporta la PNC.

Según estadísticas del Ministerio Público, en el departamento de Guatemala, durante el año se han presentado 567 denuncias por el delito de extorsión. En los tribunales del país se procesa a 434 personas por ese delito.

Las historias detrás de la extorsión

Son las diez de la mañana del lunes. Las calles de la colonia Lomas de Santa Faz, zona 18, lucen desoladas. Las personas se ven entre sí y guardan silencio cuando se les pregunta la razón por la que muchos de sus vecinos han tenido que marcharse, luego que los habitantes no reúnen la cuota del mes. “No sé”, responden con voz enérgica, como si nada quisieran decir al respecto.

La subestación de la Policía Nacional Civil (PNC) ubicada en el sector también luce vacía. La puerta está cerrada con un candado atravesado. ¿y los policías? Se indaga. “A saber usted, seguramente andan patojeando”, responde un hombre despeinado de aproximadamente 30 años con inusual desconfianza. Se da la vuelta y no pronuncia otra palabra.

En un callejón, a la distancia se vislumbra la única autopatrulla que hace ronda en el lugar. “¿Casas vacías? Nosotros no hemos escuchado nada de eso”, indican. La versión de Irene es distinta: en el sector cuatro de la colonia, las personas han empezado a abandonar sus casas por temor a que las maten por no pagar una extorsión. “A mí gracias a Dios no me han pedido cuota todavía, aunque no sé qué haré el día que eso suceda”, agrega con temor.

“Nosotros los escoltamos”, ofrecen los policías. Al llegar al lugar donde se buscaba verificar que las casas estuvieran vacías, los agentes arrancan el automotor en el que se conducen y se marchan con premura. A pocos metros se observan las primeras casas abandonadas. Ventanas cubiertas con lámina y tablas son señal inequívoca de que ya nadie vive ahí. Irene tenía razón, los habitantes del lugar han abandonado sus casas. “Llegan a las residencias y le dicen a uno que tiene cuatro horas para conseguir Q40 mil o matamos a su familia, las personas optan por huir”, relata.

Pocos minutos después se escuchan puertas y ventanas abrirse. “¿Qué buscan? ¿qué quieren?” cuestiona una residente con tono hostil.

Horas más tarde a eso de las 21:30 horas varios hombres atacan la subestación policíaca que se encontró cerrada. Según el informe policíaco la agresión fue realizada con municiones de AK 47. El agente Caal Choc, único que estaba en el lugar cuando ocurrió el ataque, indicó que de una camioneta corinta y otro carro negro se bajaron varios hombres y abrieron fuego.

Problema generalizado

La familia Figueroa en otro punto del país cuenta su tragedia. Tres años han pasado desde que Luis junto a su esposa e hijos salieron de Villa Nueva. Recordar la forma en que tuvieron que hacerlo aún le duele, lo reflejan sus ojos y el entrecortado de sus palabras. “Cuando nos casamos lo primero que hicimos fue solicitar un préstamo para comprar un terreno, ese el de la esquina era el perfecto”, recuerdan mientras suspiran y entrelazan sus dedos.

Pero fue en 2004 cuando se empezaron a escuchar los rumores, en la tienda de la cuadra de abajo, que había llegado un individuo que exigía una cuota si querían seguir con el negocio, de lo contrario algo muy malo pasaría. Esto se supo entre las demás familias. Sin embargo, los dueños del negocio pagaron.

“Esto dio la pauta”, dice Patty, “talvez si no hubieran accedido a dar esa cuota todos los demás tampoco lo hubiéramos tenido que hacer”. Meses después esto se fue como en cadena, siguió la siguiente cuadra y en la otras, dos años después les tocó a ellos. “Para entonces la situación se hizo más difícil, estos maleantes ya no solo pedían dinero sino querían una cuota mensual por vivir en el lugar, para entonces nosotros teníamos la casa de dos niveles y nos exigían Q600 por cada piso”, agrega mientras cierra sus ojos y presionan los dientes de coraje.

Los vecinos empezaron a mudarse y entre ellos los Figueroa. “Salir fue difícil, fuimos sacando nuestras cosas por días, lo más pequeño, lo grande se quedó, pero antes de terminar de salir nos controlaron y exigieron las escrituras de la casa. Fueron años de sacrificio, trabajos extras, no diversiones, no vacaciones, pero todo eso les quedó y a nosotros sólo el recuerdo de lo que un día fue nuestro”, dice Luis.

Rony López, jefe de sección de la fiscalía Contra el Crimen Organizado, asegura que el fenómeno de las extorsiones viene en incremento y que el mismo ya no se presenta en lugares catalogados como de alta incidencia criminal. “Está presente en todas las zonas del país”, sostiene. Aunque no da cuenta de cifras concretas, indica que sectores residenciales donde viven personas de alto poder adquisitivo también son víctimas de este hecho ilícito.

Un oficial de la sección de Prevención del Delito de la Policía Nacional Civil (PNC) coincide con López. Pero apunta que la incidencia en estos sitios es bastante menor. “Tenemos un caso de estos por cada 20 o 30 que ocurren en lugares marginales”.